Las misiones y proyectos de cooperación son, en los países con grandes desigualdades sociales y económicas, bastante más complejos de lo que a priori se podría pensar. Recientemente estuve en Barcelona (en junio, concretamente) en el Congreso Mundial de Cirugía Mayor Ambulatoria y me sorprendió la presencia de cirujanos indios de impecable presencia que me repartían tarjetas de espectaculares clínicas privadas donde presumían de aplicar (y seguro que lo hacían, eso no lo pongo en duda) las más modernas técnicas y tecnologías disponibles en cirugía de la hernia. Estos cirujanos, que representan el estrato de casta más elevado (Brahmanes, derivados del cráneo y la boca de Brahma y portadores de la inteligencia) desarrollan su actividad clínica pública y privada basada en el beneficio de su posición y dominancia sobre las demás castas, ventajas que en muchos casos implican un claro aspecto económico y que no hace sino acrecentar las diferencias enormes que existen entre las castas o clases. Esta mañana he visitado por primera y única vez, puesto que ya mañana es el último día de trabajo en Gurgaon, el Hospital Civil o Gubernamental que es el de más bajo nivel de atención y el panorama allí nada tiene que ver con algo que pueda considerarse organizado, de calidad o no tercermundista. No existe un ordenador, las personas se agolpan en las puertas de la consulta en colas prolongadas en las que se pide la vez y la consulta es un dispensario con poca salubridad en un edificio en el que los cubos recogen goteras, no hay aire acondicionado y las paredes se caen a pedazos. Bien, pues allí hemos ido a reclutar pacientes con supuesta patología herniaría a los que había que explorar, evaluar y seleccionar para operar hoy mismo o mañana; es parte también de la misión de ayuda humanitaria el moverse por la cuidad a identificar pacientes para hacer el proyecto lo mas participativo posible a la gente con menos recursos. Esto pasa también en parte, y esta es mi apreciación personal creo que bien dirigida, porque estos proyectos generan cierta resistencia en estos profesionales estrella autóctonos que nos ven como unos listos que venimos aquí a hacer cosas que ellos piensan hacen mejor y, sobre todo, hacemos que algunos pacientes se ahorren algunos miles de rupias que de otro modo irían a su bolsillo. La actitud del cirujano del Hospital Civil esta mañana, yéndose sin dar los buenos días de su consulta cuando hemos llegado y no diciendo ni adiós cantaba a eso. Algo similar ocurre en países con Perú y en la zona de Centroamérica, y este suele ser el motivo por el que estos campos internacionales de trabajo se realizan sobre todo en regiones periféricas y aisladas de las grandes ciudades. En ese contexto se ubica un poco más nuestro próximo destino para la semana que viene, la ciudad de Rewari.
La comunicación es un problema en este país por dos motivos principales: las abusivas tarifas de las compañías que, en el mejor de los casos te cobran a Euro el minuto, y la pésima red de internet que hace que los 3G vayan con una lentitud exasperante que apenas te permite mandar whatsapp en la calle (imágenes imposible) y a precios de oro y la pésima wifi que te ofrecen los hoteles (gratis, lenta y mala como en España). Aun así todas las noches nos da para un ratito de hablar con la familia y escribir estas breves notas y enviar fotos desde el Hotel. Pedir wifi en hospitales que no están informatizados es algo absurdo y por eso cuando vamos a algún restaurante pedimos todos la wifi y sacamos los teléfonos. Aunque los que aquí estamos somos inmigrantes digitales (y no nativos) está claro que todos tenemos interiorizado el valor que tienen nuestros teléfonos como parte activa no prescindible de nuestras vidas.
A última hora de la tarde hemos asistido invitados a un espectáculo de folclore popular indio con una representación estilo musical que, tras casi 3 horas, a mí no me ha dejado ningún poso y he encontrado ciertamente aburrido; a mis compañeras les ha encantado y debo entender que el raro en este caso soy yo. Lo mejor ha venido después pues no había taxis (desaparecen pronto de la calle) y Eduardo Perea ha parado una especie de algo móvil que no puedo definir muy bien lo que es donde, por un precio prefijado nos hemos metido como en una lata de sardinas los 7 y el conductor hasta el hotel durante media hora; una experiencia. También lo ha sido sin duda el volver a trabajar a dos mesas de quirófano simultáneas en Pushpanjali Hospital, que hemos vuelto a repetir esta mañana y que estamos en disposición de realizar las veces que haga falta. La verdad es que el equipo es muy compacto, sin conocernos la mayoría hemos encajado muy bien y todo está yendo muy bien sin ningún tipo de problemas; esto se lo debemos, aparte de a nuestra bonhomía más o menos desarrollada, al rol de líder experimentada que ejerce con nosotros una persona del carisma y la experiencia de Teresa Butrón, de la que os hablaré mañana.
* Texto escrito por el Dr. César Ramírez para el blog Bisturíes Solidarios de Diario Sur.